Uno cree que las cosas que le suceden son nacidas de la casualidad, pero el tiempo se encarga de hacerte saber, que todo tiene una finalidad, un porqué y una razón de ser.
Cuando tenía veinte años comencé a sentir dolor de espalda. Al principio era algo esporádico, pero poco a poco comenzó a hacerse repetitivo y crónico. Pocos años más tarde, el dolor en la zona lumbar me daba los buenos días a diario, las crisis de lumbalgia eran continuas y mi vida comenzaba a estar marcada por ello. Pronto pensé, que era algo a lo que me tendría que ir acostumbrando. Lógicamente, después de tanto tiempo dedicado al deporte en mi adolescencia y juventud, aquello no debería estar sucediendo, pero no cabían las lamentaciones. Definitivamente, tendría que convivir con el dolor y así fue durante trece años.
El descubrimiento
Un día, después de un largo carrusel de visitas a varios traumatólogos y cirujanos con opiniones diferentes, y finalmente con un diagnóstico de hernia discal, apareció frente a mí, un cartel que anunciaba un Curso de Shiatsu que acababa de comenzar. El texto, entre otras cosas, indicaba que el Shiatsu era bueno para tratar la hernia discal. Estaba tan desesperado y aburrido por el dolor que decidí llamar e informarme. Por aquel entonces yo no conocía ni tenía experiencia alguna sobre ningún tipo de terapia, ni de masajes ni cosa que se le pareciera. No obstante, siempre pensé, que porqué no iba a haber formas válidas y diferentes a la metodología convencional, para tratar ciertas dolencias.
Al otro lado del teléfono, un señor me explicaba que se trataba de un Curso que había comenzado el mes anterior. Que venía un profesor de Madrid a impartir las clases, y que estas eran durante un fin de semana de cada mes.
-Sí, todo esto está muy bien – le dije, -¿pero va bien para la hernia discal?
El tipo que me cogió el teléfono se «tiró a la piscina» y me dijo que sí, que iba fenomenal. Días más tarde me enteré, de que quien me había respondido era el dueño del local donde se impartían las clases, y además, alumno del Curso de Shiatsu del año anterior, es decir, que me respondió afirmativamente movido por el afán de tener más personas en su Escuela y no por su conocimiento del asunto, pero para cuando me di uenta, yo ya había hecho la matrícula y estaba en mi primer seminario de Shiatsu a finales de Noviembre de 1998. Los lectores pensarán; ¿y por qué se apuntó a un curso, en lugar de buscar a un terapeuta de Shiatsu que le tratara su dolencia? Lo cierto es que en aquel lugar, incluso había una terapeuta de Shiatsu que pasaba consulta. No sé en qué debía estar pensando, tampoco hoy lo comprendo. Lo cierto es que, no me encontraba allí como paciente, sino como alumno, aprendiendo algo de lo que no sabía absolutamente nada, salvo que podía ser útil para mi problema.
Pablo López Quintana, es el nombre de quien venía, efectivamente, a enseñarnos. Una persona que trabajaba por entonces como Subdirector de la Escuela Japonesa de Shiatsu, fundada por el Maestro Onoda en Madrid, desde Septiembre de 1996.
Ocurrió, que en aquel curso, se presentó un chico alto y fuerte llamado Abel con el que hice amistad rápidamente, quizás porque los dos llegamos el mismo día, un mes mas tarde del comienzo del mismo. Éramos «los nuevos». Una de las cosas que había que hacer entre un seminario y otro, era practicar. Un trabajo que nos servía para repasar lo que íbamos aprendiendo, a la vez que integrábamos los conceptos básicos de la terapia, …y a eso nos pusimos. Quedábamos varias veces por semana para practicar una y otra vez lo que íbamos aprendiendo, pero sin saber muy bien si lo que hacíamos era correcto o no. Pensábamos que la cuestión era apretar fuerte, cuanto más fuerte mejor, y os puedo asegurar que Abel apretaba, y mucho, así que, nos pasábamos muchas horas practicando sin parar.
En aquella época yo vivía envuelto en una faja, que me sostenía la cintura y me permitía lidiar con el dolor. Sólo me la quitaba para practicar Shiatsu y para dormir. Al cabo de unos tres meses de aquella aventura, descubro que el dolor comenzaba a cambiar y que había días que incluso desaparecía. Al principio pensé que era algo casual, pero un día, después de terminar la clase, al cambiarme para salir, decidí no ponerme aquella cosa que me apretaba la cintura y a la que nunca me acostumbré. Pasó una semana, un mes, un año y muchos años. Nunca he vuelto a ponerme una faja, por que no he vuelto a tener una sola lumbalgia desde entonces.
Descubrí que el Shiatsu funcionaba, que un compañero de clase, con más corazón y pasión que técnica, había puesto fin a un problema de más de diez años. Después del descubrimiento pensé, que si había funcionado conmigo podría funcionar con cualquier persona, por lo tanto decidí que haría del Shiatsu mi profesión. Le puse todo el alma y todo el corazón, como nunca se lo había puesto a ninguna otra cosa hasta entonces. Decidí hacer todo lo que fuese necesario, porque, ya que el Shiatsu me había cambiado la vida, lo menos que podía hacer, por gratitud, era estar preparado para poder ayudar a cambiar la de los demás.
Los regalos
Tener la posibilidad de aprender con el Maestro Onoda, era una oportunidad que no podía desaprovechar. De él he aprendido y sigo aprendiendo Shiatsu, pero también, perseverancia, paciencia, tenacidad…, regalos que han enriquecido mi vida.
Un día, poco tiempo después de terminar mi formación, recibí una llamada con la propuesta de crear una Escuela de Shiatsu en Málaga. A partir de ese momento la vida me regaló la posibilidad de desarrollar otra de mis pasiones, la enseñanza. Compaginar la terapia con la enseñanza en los últimos doce años, ha sido y sigue siendo, y más aun en estos tiempos, un regalo que ha convertido mi vida en un privilegio.
El Shiatsu me ha permitido y me sigue permitiendo conocer personas extraordinarias, no solo en España sino también en otros países donde el Shiatsu está presente, especialmente en Japón, donde he podido beber de la fuente, aprender, de maestros con más de cuarenta años de experiencia. Cuantos regalos me ha dado la vida… Agradezco a mis pacientes, mis maestros y mis amigos, todo lo que me han aportado en el camino, y sirva este Bolg como una expresión de gratitud, que siempre será pequeña en comparación con lo recibido.
Conclusión
Todo tiene sentido. La única dirección del movimiento, es hacia ti.