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¿Se están desarrollando bien nuestros hijos?

Hace algunos años comencé a tratar a algunos jóvenes de entre 9 y 11 años que presentaban mayoritariamente dos síntomas, dolor de espalda y rigidez muscular. Esto me sorprendió sobremanera ya que con esas edades, lo normal sería encontrar cuerpos flexibles y elásticos. Así que decidí prestar atención a las causas que podían estar generando estos trastornos.

No hacía falta ir muy lejos para observar a los pequeños en su trayecto hacia o desde los colegios, cargados con mochilas, que incluso para un adulto son pesadas, y que además, por una cuestión de moda (como suele ocurrir casi siempre) colocadas de la peor forma posible si tenemos en cuenta el equilibrio y la ergonomía postural. En la mayoría de los casos, la forma errónea de llevar estas mochilas hace que concentren su apoyo en la región sacra, provocando un esfuerzo enorme en la musculatura lumbar y dorsal de la espalda.

Otro elemento claramente identificable tiene que ver con las nuevas tecnologías de la comunicación. Cuando yo era pequeño, si quería decirle algo a un amigo o jugar con él fuera del colegio, la única opción era dirigirme a su casa o quedar con él en algún lugar. Con la introducción de la informática, nuestros pequeños han mejorado indudablemente su capacidad de comunicación, pero han empobrecido drásticamente su movilidad.

Recuerdo que después de estudiar y hacer los deberes, lo que nos apetecía a mís amigos y a mí era salir a jugar fuera de casa, donde la mayoría de estos juegos llevaban implícito correr y saltar. Ahora, después de hacer sus tareas, muchos jóvenes se conectan a Internet y pasan el resto de la tarde chateando con sus amigos. Pero aun así, lo más destacado no es eso, sino que muchos de esos niños, mientras se entregan a esa lúdica actividad de la comunicación virtual o los videojuegos, lógicamente se relajan y suelen adoptar durante horas, posturas naturalmente descuidadas en sillas y sobre todo en sofás, que acaban por dañar la musculatura de sus espaldas.

Otro elemento destacado es fundamentalmente de carácter emocional. Sabemos que los niños son como esponjas, lo absorben todo, lo bueno y lo menos bueno, y en muchos casos, se ven envueltos en la vida estresante de sus padres, con prisas permanentes, y en estos tiempos, la falta de estabilidad. Con ello muchos pequeños están sometidos a una sobrecarga excesiva de estímulo, que acaba dañando su sistema nervioso y afectando a su musculatura.

En realidad se pasa poco tiempo con ellos, que tanto lo necesitan. No se tiene tiempo y por lo tanto, los padres desconocen si sus hijos están creciendo de forma equilibrara o no. Con esto me refiero a que, con unas nociones muy básicas, cualquier persona puede detectar desequilibrios claramente visibles en la espalda de un pequeño, en sus caderas, en su forma de pisar, etc. Deberíamos comprender que detectar y corregir esos débiles desajustes a una temprana edad, nos evitaría trastornos más severos y difíciles de tratar en el futuro adolescente.

No se les enseña a respirar, a relajarse, a sentarse…, no se les enseña prácticamente nada que puedan hacer por su salud de forma autónoma. Y no es extraño, la mayoría de sus padres tampoco saben hacerlo. Sencillamente no se nos ha enseñado en la sociedad, en la que pararse y respirar, es sinónimo de perder el tiempo.

Ya es hora de cambiar. Aunque sea por la salud de los más pequeños.

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